La infancia no se trata de una carrera en la que está en juego quién aprende a caminar, hablar, leer, escribir y cuantas otras cosas más rápido. Tampoco es una competencia donde está en juego ser el más obediente, ordenado, respetuoso, listo…Una de las etapas más bellas no debe convertirse en una presión para los niños, por el contrario debe ser una etapa en la que prime el respeto, la contención, la libertad, la expresión, el juego y por sobre todo el amor. Ese amor que acompaña, que respeta ritmos, que contiene, que cobija, que está lejos de comparaciones y presiones.
Hoy en día hay muchos papitos que se sienten presionados por la inseguridad que les hace sentir el estar haciendo bien o no las cosas respecto a la educación de sus hijos. A veces presionados por el “qué dirán” de los demás, se dejan llevar por el ruido y el bullicio externo que acalla la sabiduría innata que posee cada padre para criar a sus hijos. Vivimos tan alejados de nosotros mismos hoy en día y esto le está pasando la cuenta también a la manera en cómo se educa hoy en día a los más pequeños
Parece como si viviéramos en una sociedad en la que los más importante pareciera ser qué tan arriba o qué tan encima estoy por sobre el otro. Competencia, competencia y más competencia. Lamentablemente este afán por competir ya se está haciendo visible a muy temprana edad. Desde pequeños se les enseña a los niños tanto en las escuelas como dentro de sus familias, a nivel de compañeros, hermanos, primos, sobrinos…, a querer ser el “más en algo “. Cuando crezcan esto solo traerá como resultado el que nunca estén satisfechos consigo mismos, satisfechos de sus propios talentos, dones, particularidades; sino que siempre estarán comparándose ya no con el niño sino con el “adulto” que esté al lado.
La sociedad actual en la que vivimos es el fiel reflejo de la educación que recibimos cuando niños, si queremos hacer un cambio hagámoslo desde dentro, desde nuestras familias. Dicen por ahí que la educación es el arma más poderosa que tenemos para cambiar el mundo…, nosotros lo creemos, ¿ustedes aún no?
Por Evelyn E.