He leído un artículo que me gustó mucho y por lo mismo comparto más abajo con ustedes. Plantea el tema de cómo hoy en día la sociedad siempre de alguna u otra manera quiere amoldarnos a sus estándares. Cuando somos adultos es verdad que es responsabilidad nuestra seguir estas pautas o no, es nuestra decisión y de nadie más. Sin embargo a veces sabemos que cuesta y ¿saben por qué?, porque quizás cuando pequeños en nuestra infancia también pasamos por esto, por la experiencia de tener que ser, vestirnos, comportarnos, hablar…, de una manera que simplemente no era la nuestra, pero que debimos adoptar sólo por el hecho de que nuestros padres nos lo pidieron o bien debíamos seguir las pautas de “normalidad” (entre comillas) que pedía nuestro entorno o la sociedad.
Dale a tus hijos la oportunidad de vivir sus vidas, no la tuya” Alejandro Jodorowsky
Imagínense que si a nosotros nos cuesta en el presente tratar de liberarnos y seguir nuestros instintos y lo que nos dicta nuestro “ser” interno. Pasar por alto todos los condicionamientos que hemos recibido desde pequeños, para llegar poco a poco a reencontrarnos con nosotros mismos. ¿Cómo será para un niño en plena etapa de descubrimiento y desarrollo, lleno de espontaneidad y libertad pura, el que un adulto siempre le esté diciendo cómo debe o no comportarse, qué es lo que debe o no debe hacer? Muy fácil no creo que sea. Es por eso que debemos confiar en la sabiduría innata que posee cada niño, no tratemos de controlarlos al cien por ciento a cada minuto. Es cierto que necesitan que seamos sus guías, pero un “guía” jamás fue sinónimo de “controlador”.
Los niños no tienen miedo; los niños nacen sin miedo. Si la sociedad puede ayudarles y apoyarles para que permanezcan sin miedo, si les ayuda a subirse a los árboles y a las montañas, y a nadar en el mar y los ríos, si la sociedad puede ayudarles con todos sus medios a ser aventureros, aventureros de lo desconocido, y si la sociedad puede provocar una búsqueda en vez de darles creencias muertas entonces, los niños se volverán grandes amantes, amantes de la vida”. Osho
Seamos adultos conscientes y de una vez por todas pongámonos en el lugar de nuestros niños. Aunque nos cueste cerremos un poquito los ojos y tapemos nuestros oídos al “deber ser” con que nos bombardea cada día nuestro entorno. Veamos, escuchemos, pero con los ojos y oídos del corazón, escuchemos a ese niño que todos llevamos dentro y que pide a gritos ser escuchado.
Digamos NO a las pautas y normas de comportamiento, educación, crianza…, que nos alejan y que alejan a nuestros peques de su ser esencial. Algún día todos nos daremos cuenta que la mejor pauta a la hora de ser padres es seguir la de nuestros instintos, sabiduría y nuestro corazón.
Por Evelyn E.
INFANCIA LIBRE Y SALVAJE
“Es momento de dejar de estereotipar a los niños y a las niñas por el largo o la forma de su pelo y otras muchas cosas que les imponemos los adultos.
Recién acabo de leer un texto que me dejó pensando en lo siguiente y que les comparto:
Tengo una hija de 4 años y medio y no le he cortado ni un pelo desde que nació, el largo que tiene su pelo es el que la vida y los años que tiene hasta hoy le han regalado, lo mismo que su inexplicable color pues solo ella lo tiene de toda nuestra familia. Me encanta pensar que conserva el pelo con el que la conocí de recién nacida y ella misma dice que su pelo huele a “hada”. Por la calle veo que a la mayoría de los niños y las niñas los llevamos con una apariencia que se asemeja a la de los adultos, desde los atuendos que los cubren hasta los cortes de pelo con la intención de que “aprendan” desde pequeños a cuidar de su apariencia. Verdad es que muchas veces tuve y caí en la tentación de arreglarle el pelo de manera estructurada para que luciera “peinada”, pero ese gusto solo me duró un corto tiempo, pues conforme ella fue creciendo me enseñó que su pelo era suyo y que era una parte importante para ella. Cuando la observo dormida o recién despierta, realmente amo ver como su pelo tiene vida propia igual que ella, como el pelo nuevo se revela en diferentes largos como rayos de sol y como la hace sentirse libre y diferente a las demás niñas. Mi pequeña hija admira los peinados de otras pequeñas y le encantan los moños, los broches y las diademas, pero simplemente no los usa. Cuando la veo correr despeinada me transmite una contagiosa sensación de libertad, de ligereza, casi percibo en ella un estado salvaje y me hace sentir que la infancia de todos los niños debería ser así: libre, propia, orgánica, natural, sin preocuparse por su apariencia, sin tener consciencia de como lucen para que solo se dediquen a identificar que sienten. Mi niña ama su pelo largo, sin forma, sin estructura, sin cortes, es como si su energía se moviera a lo largo de su cabellera. Ese pelo largo se enreda, se ensucia, vive desordenado, ha sido víctima del chicle y de dulces varios y nada ha pasado.
Muchas veces me han preguntado que voy a hacer con su cabello, que si cuando se lo voy a cortar, que si debería recortarlo un poco…, en ocasiones algunas otras mamás y maestras se han esforzado por peinarla, es decir; por estructurar su pelo en diferentes formas: colas, trenzas, recogidos…, etc., acciones que la niña disfruta por unos momentos como para darles el gusto y que luego de inmediato deshace con sus manos para recordarles que eso no va con ella. Seguramente conforme siga creciendo tomará consciencia de su aspecto y quizá querrá cambiarlo, tal vez pasará mucho tiempo valioso estilizando, planchando o rizando su cabello, buscará cambiarlo de color o de textura para lucir mejor o diferente, o quizá no lo haga, yo solo quiero que sea ella misma y no quiero que tenga que esperar a crecer para experimentarlo, ella es quien es desde ahora y no la define nada de cuerpo.
Quiero una niña que se sienta cómoda en su piel, en su ser, en sus modos, en sus preferencias, quiero que crezca sintiendo seguridad de que puede elegir sobre ella misma, claro que me toca protegerla y guiarla para que tome las mejores elecciones, pero tratándose de cosas tan sencillas como cortar o no su pelo, dejo que ella decida con total libertad lo que la haga feliz. Lo mismo pienso respecto a mis hijos varones, me parece que es momento de dejar de estereotipar a los niños y a las niñas por el largo o la forma de su pelo y otras muchas cosas que les imponemos los adultos, quiero para mis hijos infancias libres y salvajes.
¿Que qué voy a hacer con el pelo de mi hija? Absolutamente nada”.
Imágenes: Fito Espinosa, Amanda Cass
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