titulo
Cierta vez una liebre desafió a una tortuga a una carrera, y esta última aceptó a condición de que le otorgaran algo de ventaja. Dieron señal de largada; la tortuga comenzó su marcha y pronto fue alcanzada por su competidora que se burló de ella. Viendo que llevaba la delantera, la liebre decidió descansar hasta que llegase la tortuga, sin prever que podría quedarse dormida. Fue entonces cuando la que se suponía más lenta alcanzó a la más veloz y ganó la competencia. La fábula de la liebre y la tortuga es célebre por sus diversas moralejas, y también, si se quiere, una síntesis del slow parenting, una tendencia en educación con dos décadas de tradición en los países anglosajones que comienza a echar raíces en Hispanoamérica.
El término acuñado no es nuevo. Forma parte del proceso de experiencias a ritmo pausado extendidas globalmente como slow food, slow cities, slow travel, slow school, slow education. Su traducción estricta es crianza lenta, y se la equipara conceptualmente a la paternidad simple, distendida, sin apuros por sortear etapas y con la aspiración de ofrecer buena parte de la educación de los hijos en casa.
Es lo opuesto a la formación hiperactiva que predomina en los hogares desde las últimas décadas y que se vincula con padres sobreprotectores que enseñan a sus hijos a vivir con agendas topeadas de actividades extracurriculares de lunes a domingo, con la idea de preparar a los pequeños para un mundo competitivo.
El nuevo paradigma alcanzó la cima cuando Carl Honoré, el padre intelectual de la tendencia, publicó In praise of slowness, un bestseller con el que fundó el movimiento. ¿Por qué tenemos tanta prisa? ¿Cómo se cura esa auténtica enfermedad que es nuestra actitud ante el tiempo? ¿Es posible, e incluso deseable, hacer las cosas con más lentitud? Éstas fueron algunas de las interrogantes que se planteó Honoré una noche mientras leía un cuento a su hijo. Estaba acelerado, subía el volumen de la voz sin necesidad, se salteaba palabras y se comía párrafos o páginas enteras para terminar más rápido. Estaba muy apurado, pero ¿para hacer qué? Ninguna respuesta fue lo suficientemente convincente y comenzó a indagar en sí mismo para conocer las causas de esa actitud.
Correcaminos
La investigación que inició Honoré para reorientar su propia paternidad y entender por qué llevaba una vida de correcaminos se moldeó a las distintas corrientes slow. Incluso, resulta paradójica la velocidad con la que se popularizó esta contracultura que aboga por el fin de la sobreprotección y el inicio de una forma más sencilla de afrontar la vida.
Para Ilse Lustenberger, psicóloga uruguaya especializada en familia y vínculos, el slow parenting es el resultado de los cuestionamientos de muchos padres y expertos acerca del rumbo que tomaron las nuevas generaciones a las que no se les daba la oportunidad de equivocarse, de explorar por sí mismas o se les promovía aun en las fallas para evitarles la frustración. Esto provocó niños debilitados que se sienten inseguros y fracasados cuando se embarcan en actividades en las que no son buenos. “Si bien no hay una escuela teórica, esta modalidad está formada por conceptos y nociones del ámbito pediátrico, cultural, social, educativo. Es un estilo contrario a la tendencia generalizada de programar actividades después de la escuela, de sobreprotegerlos o de resolver los problemas por ellos. Es una filosofía de vida, que enfatiza la importancia del juego, del acceso a la naturaleza e intenta que la tecnología esté al servicio del aprendizaje y de lo lúdico”.
slowlife-logo
En Uruguay la movida se instaló con timidez hace varios años. Algunos de sus seguidores envían a sus hijos a centros educativos que sostienen una doctrina acorde con las prácticas slow, donde valoran el desarrollo progresivo de la creatividad del niño, que si es avasallado con múltiples tareas, simplemente no tiene espacio para jugar. “Hoy en día tienen cien juguetes en los estantes, en las cajoneras, en las bauleras, y no pueden usarlos por falta de tiempo. Jugar es una necesidad básica del ser humano. Refiriéndonos al infante, es como el aire que necesita para respirar, jugando crece, elabora, despliega situaciones de la vida a partir de su imaginación y de sus fantasías. No necesita que le compremos todo lo que está en el mercado, al contrario, eso lo atiborra de información, y lo deja en medio de tantas opciones que se le hace más difícil elegir. Menos es más”, añadió la experta.
Las consecuencias del apuro traspasa el escenario lúdico. En un mundo acelerado el niño se ve arrastrado por los adultos y comienza a vivir los ritmos de ellos. Los promotores del slow aseguran que hay que detenerse y reflexionar para desandar ese camino y respetar los espacios infantiles. La consecuencia de estas actitudes se resumieron en los términos hyper parenting, es decir padres que proporcionan múltiples actividades, y helicopter parenting, los que cuidan y sobreprotegen con obsesión. Es preciso preguntarse para qué, por qué, qué los motivó a hacer del niño un adulto en miniatura.
La experiencia de vivir con lentitud ofrece sentido común y proporciona pautas para desarrollar una crianza en singular, sin copiar modelos generalistas. Recordar esto, remarcó la psicóloga, calma a los progenitores porque, de lo contrario, buscan mil recursos y se agobian con lo que tienen que hacer en lugar de hacer lo que ellos consideren que es mejor para su familia. “Es preciso trabajar con los padres, ofrecerles espacios de reflexión, porque muchos deben aprender de modelos diferentes, no tienen por qué saber siempre qué hacer. Actualmente apostamos a la prevención, es decir promover salud y no curar cuando ya está el problema instalado”.
Escuela para padres
Alejandro de Barbieri, logoterapeuta experto en análisis existencial, trabaja con los padres. Desde su perspectiva uno de los principales asuntos a desentrañar se relaciona con los roles que ocupan en la crianza de los hijos. “¿Quiénes son los expertos? Los padres creen que somos nosotros, y con eso estamos viviendo una tragedia educativa”, respondió De Barbieri parafraseando a Jaim Etcheverry, quien en 1999 publicó un libro que aborda estos conceptos. “La tragedia son los padres permisivos educando a hijos tiránicos. Ése es el producto de los enfoques deterministas que les sugirieron durante décadas que no tocaran a los niños para no traumarlos y les hicieron caso, derivando la tarea a los expertos. Los padres dicen que ellos no tienen nada que ver y que son los educadores, los psicólogos, los psicopedagogos, los psiquiatras los que deben hacer lo que ellos no hacen. He constatado que ellos creen en esto y por eso es importante ayudarlos a recuperar la experticia, porque si claudicamos nunca nos conectaremos con nuestros hijos”.
De Barbieri trabaja reubicando las responsabilidades, indagando las causas por las que los adultos se sienten culpables y sobreprotegen a los niños, ayudándoles a que pierdan el miedo a equivocarse y que dejen que sus pequeños fracasen. Se trata de restaurar el rol de cada uno. Llevado al slow parenting, les propone una reducción consciente de la agenda y luego por añadidura la de sus hijos. No se trata de inculcar una negación de la vida posmoderna, pero sí de sentarse y meditar una verdadera planificación familiar para vivir mejor el proceso, con menos estrés. ¿De qué vale hacer todo lo que uno debe hacer por su bien, si lo hace preocupado por otras cuestiones? ¿De qué vale ir a clase de reiki o yoga apurados por el tic tac del reloj?
“Los padres se preguntan a menudo cómo hago para que mis hijos sean felices. Les sugiero que se pregunten cómo hacen ellos para ser felices. Ésa es la base de todo. Preguntate a ti mismo cada día cómo hacés para llegar a tu casa feliz y verás que poco a poco te verás jugando en el piso con ellos, escuchando música, acompañándolos. Lo esencial para empezar es bajar el aceleramiento y eso tiene que ver con pequeñas acciones; con una cena en familia sin televisión se previenen la depresión y las adicciones, se enseña a entender a los demás, a tener empatía y a comunicarse”.
Para toda la vida
Todo lo que engloba el movimiento no propone un cambio radical o un aislamiento, sino una posición firme para no dejarse arrastrar por la corriente. No se trata de dejar de lado la tecnología, aunque sí de apagar el celular mientras se comparte tiempo en familia, o al menos silenciarlo. La esencia está en encontrar el equilibrio; ésa es la palabra clave para todo el proceso que comenzará con la llegada de los hijos y se prolongará durante toda la vida. “Más allá de la traducción literal, esta tendencia significa vivir el momento con plenitud, intensamente centrados, atentos y disfrutando el presente”, complementó Lustenberger.
Que sea lento no significa pasivo, todo lo contrario, es estar activo aceptando el ahora sin resignarse. “Enfocarse en esto es bajar la velocidad del ritmo de vida, es detenerse a observar, a valorar el aquí y el ahora como momento único. Tal vez este punto de vista sea el más atractivo y destacable, porque es compartido por muchos seres humanos en estos tiempos. Detenerse para avanzar, que es lo contrario a correr sin llegar”.
Imagenes Dia de la Madre Embarazada 1
DESDE LA GESTACIÓN
Durante el embarazo, la lactancia y en el desarrollo del niño, detenerse tiene que ver con un estado de atención plena, de paz interior, de integridad y dignidad, es vivir el ahora y no estar esperando siempre el después inmediato. La psicóloga Ilse Lustenberger reflexionó sobre el tema y mencionó que es preciso tener la cabeza bien puesta en estas etapas. “La embarazada primero debe conectarse consigo misma y con su embarazo, para luego conectarse con el bebe in utero. No es una tarea emocional fácil y como siempre es en singular, depende de cada mujer gestante y de su entorno”. 
“Lo importante es disfrutar de esa etapa, y no pensar en estimulación. Dedicar un momento del día a acariciar la panza y hablarle o contarle algo lindo, sin exigencias y si hay ganas. Esperar el tiempo para recibirlo y darle la bienvenida a este mundo. Que no se guíen por modelos rígidos, sino por sus afectos, de lo contrario es otra exigencia instalada. Hay que hacer lo que realmente se siente como bueno y beneficioso en cada situación. Esto es salud mental, a fomentarla, y a reproducirla”.
MANDAMIENTO SLOW
Carl Honoré el promotor más visible del slow parenting redactó en su libro Elogio de la lentitud un decálogo con consejos. Aquí algunos de los más famosos:
• No permita que la agenda gobierne su vida. Muchas de las cosas allí planteadas son postergables.
• Cuando comparta tiempo con su pareja e hijos desconecte el teléfono.
• Tómese tiempo para comer y beber; son unos de los placeres de la vida.
• Pase más tiempo a solas. Escuche su voz interior y no tema al silencio.
• Disfrute de la música con calma.
• Escuche los sueños de las personas que le rodean, sus miedos, sus alegrías.
• Escriba un ranking de prioridades. Si lo primero es el trabajo, redáctelo de nuevo.
• No crea que sus hijos pueden seguir su ritmo. Es usted quien debe desacelerar e ir al de ellos.
• El virus de la prisa es una epidemia mundial. Si lo contrajo, reflexione y trate de curarse.

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: