Los niños y niñas ¿están demasiado estimulados?
Hay muchos estudios que demuestran que los niños y niñas de hoy en día estan sobreestimulados. Están sometidos diariamente a más inputs de los que un cerebro puede, racionalmente, integrar y gestionar. Ante esta situación es muy difícil que puedan construir cualquier cosa: aprendizaje, pensamiento, arte…
¿Cómo les afecta esta sobreestimulación?
De entrada, les afecta con una agitación extrema. Nuestros niños no tienen espacio para el aburrimiento, siempre necesitan más y más y más estimulación. El cerebro está diseñado para tener ratos de descanso y no tener estimulación. Durante el día el cerebro del niño no descansa, no pasa por ratos de relajación. Uno de los factores que más inciden y que está científicamente demostrado, es que los niños que pasan horas delante de las pantallas desde los 3 años pierden habilidades cognitivas: la memoria, la atención, capacidades básicas como el cálculo o la abstracción. Esto se traduce en agitación, irritabilidad y dispersión.
¿La escuela contribuye a este bombardeo de estímulos?
Sí, principalmente por dos prácticas muy arraigadas ya. En primer lugar, por el exceso de información general que reciben: Los niños y niñas están durante más de seis horas sentados recibiendo inputs, sin capacidad de poder escoger según su interés. Les limitamos su capacidad creativa. Por otro lado, y esto ha llegado con la introducción de las TIC en el aula, la rapidez con la que les exigimos que respondan a estos inputs. No les damos tiempo a procesar, a integrar los conocimientos. Todo sucede demasiado rápido.
¿Qué beneficios cree que aporta introducir en el aula ejercicios de relajación y meditación?
Los beneficios se han estudiado en profundidad. Las técnicas de relajación y concienciación ayudan a los niños a equilibrar sus emociones. A nivel individual podemos distinguir diversos tipos. Por un lado los beneficios físicos, que tienen que ver con la salud y el bienestar del niño o niña. Por otro lado, podemos distinguir también los efectos que mejoran las capacidades cognitivas de cada persona: mejoran la atención, la memoria, el cálculo, etc. Si esto se sistematiza, a la larga mejora el rendimiento escolar. Mejoran también las habilidades y competencias emocionales, hablamos de la autoestima, de la asertividad, regulación emocional. También debemos mencionar los beneficios a nivel “espiritual”, aunque a veces este concepto nos asuste abordarlo: la expansión de la conciencia, la sensibilidad con el entorno y con los que nos rodean, etc.
A nivel de grupo, ¿también aporta beneficios dentro del aula?
Sí, ¡por supuesto! Se crea un mejor clima de aula: podemos ver como aumenta la predisposición de los alumnos, y que mejora la relación entre compañeros. También se ha demostrado que mejora la convivencia. Los partes disciplinarios y los conflictos dentro del aula disminuyen. A nivel global, mejora el objetivo de la escuela, que es educar a las personas. A nivel grupal, mejoran las relaciones humanas y también la relación con el profesorado.
¿Qué acogida cree que tienen estas prácticas dentro de la comunidad educativa?
En primer lugar, creo que hay que destacar que en este sentido no se aprecia diferencia entre la titularidad de los centros, ya sean públicos o privados. La relajación y la meditación ha llegado a las aulas, generalmente, por necesidad: hay conflictos en clase y los profesores no sabemos que hacer, así que vamos probando cosas. Sin embargo, ahora llega como recurso psicopedagógico, que es lo que promovemos nosotros desde el grupo de investigación ICE de la Universidad de Barcelona. Lo que nosotros pretendemos es mostrar la meditación y la relajación como una competencia específica. Es decir, una persona del siglo XXI debe tener competencias emocionales, debe saber regular el estrés, etc.
¿Pero existen reticencias clara hacia ello?
No sé que tanto por cierto hay de personas reticentes a aplicar estas prácticas en el aula, si bien sí podemos decir que vienen generadas por el desconocimiento. Lo que sí hemos detectado es que cada vez la demanda es mucho más grande. La gente se da cuenta que esto tiene un rigor científico. Globalmente, la respuesta es súper positiva, no solo de los profesores, sino también de los padres, con los que también realizamos formaciones.
¿Cómo responden los alumnos y alumnas frente a estas técnicas?
Muy positivamente: el 90 por ciento del alumnado les gusta, le ven sentido y además piden a los profesores que se impliquen en el programa TREVA, que no se convierta en un tiempo corto que pasa desapercibido.
Hemos hablado de los beneficios para los alumnos pero, ¿y los profesores? ¿Obtienen beneficios de aplicar estas técnicas en clase?
También se han hecho investigaciones acerca de esto y los resultados son muy positivos. En el caso de nuestro programa, los docentes son el vehículo para transmitir estas prácticas y para ello es indispensable que ellos integren en sí mismos la práctica para poderla reproducir. Trabajamos en formaciones en las que durante 20 horas son ellos los que reciben como individuos la práctica y posteriormente trabajamos la transmisión: cómo introducirlo en el aula, qué ejercicios hacer, cuándo hacerlos, etc. Es muy diferente la relajación que haremos con niños de 3 años que la que haremos con alumnos de bachillerato.
Cuando hablamos de este tipo de prácticas, ¿hablamos de técnicas exclusivamente o de la introducción de disciplinas completas o tradiciones filosóficas como el yoga o el tai-chi?
Esto es muy importante que lo tengamos claro. No es lo mismo practicar una disciplina que incluye unos ejercicios psicosomáticos concretos que el hecho de aplicar técnicas que están estudiadas, como respirar de forma consciente, atender el propio cuerpo, etc. No hablamos de una escuela o de una filosofía, sino de prácticas concretas que nos ayudan a desarrollar diferentes habilidades.
Los niños, ¿utilizan las técnicas que aprenden en otros ámbitos fuera del aula?
Sí, hace poco en una formación una de las presentes explicó que iba en el coche con su hija y estaba en un atasco monumental, y en un ataque de rabia empezó a tocar el claxon como una loca. Su hija la miró y le dijo “Mamá, ¿y si respiras? El atasco no irá más rápido por mucho que toques el claxon”. Sí que tiene incidencia, sí. Los niños lo aplican en situaciones que les estresan, como los exámenes, o en momentos emocionales difíciles, como en discusiones o conflictos.
¿Qué pautas propondría a profesores que quieren introducir estas prácticas en sus aulas?
En primer lugar, que se formen, pero que se formen orientados al uso pedagógico. Hay mucho docentes que empiezan a practicar disciplinas como el yoga pero, por ejemplo, el programa TREVA está pensado y diseñado para trabajar en el aula, dentro del marco horario de las clases y en contextos educativos. Yo recomiendo que, si no se han formado, que no lleven a cabo prácticas de este tipo porque puede generar frustración.
Es importante que haya una progresión. Si nunca has trabajado la confianza con tus alumnos, no puedes pretender llegar un día al aula y que todos los alumnos cierren los ojos cuando se lo pidas. No se trata de introducir la meditación de un día para otro. Hay que introducirla de forma pausada y observar cómo responden.
Para más información: Programa TREVA