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Begoña Ibarrola es bien conocida en muchas casas de niños y niñas porque sus cuentos ocupan un lugar importante en las librerías de muchos hogares. No es para menos. Sus Cuentos para sentir, Cuentos para educar niños felices  y sus Cuentos para descubrir inteligencias han conquistado el protagonismo del momento del cuento en muchas familias gracias a historias llenas de emociones, sentimientos e invitaciones a reconocer sentimientos y expresarlos. Begoña nos concede esta entrevista en la que nos brinda grandes ideas para promover la educación emocional.

¿Qué implica la educación emocional y cómo podemos las madres y padres fomentarla?

La educación emocional es un proceso educativo, continuo y permanente que pretende potenciar el desarrollo emocional como complemento indispensable del desarrollo cognitivo. Ambos constituyen los elementos esenciales del desarrollo de la personalidad integral. En ese proceso, padres y madres tienen un papel fundamental. Es necesario comprender que la base de la educación emocional se forma dentro de la familia y no únicamente desde la escuela. Reconocer lo que sienten, saber expresarlo de forma adecuada, saber lo que sienten los demás, asumir las responsabilidades de cada momento, saber tomar decisiones son algunas de las habilidades que se pueden aprender en familia y que son necesarias para nuestro bienestar y para integrase de forma positiva en la sociedad. Antes de  nada, los niños deben entender que la emotividad no es algo sorprendente e incontrolable, sino un medio de  expresión de su personalidad, y como todo medio de  expresión, puede ser educado. Por este motivo, enseñarles a identificar, reconocer, y controlar sus emociones debería ser un objetivo prioritario en la educación de los hijos  y los padres deberían servir de modelos.

Puedo aportar algunos consejos para una buena educación emocional:

  • Acostumbrarse a hablar de emociones: No se trata de pasar al extremo de “monopolizar” las conversaciones normales con sentimientos, pero sí de expresar las emociones con mayor naturalidad en lo cotidiano.
  • Enseñar a identificar las emociones y ponerles nombre: Toda situación constituye una oportunidad para enseñar a nombrar emociones así como vincularlas a determinados gestos o rasgos no verbales.
  • Evitar realizar juicios acerca de las emociones del otro: Las emociones constituyen un indicador de algo que nos ocurre internamente. Cuando sentimos tristeza, rabia, alegría o enfado, esta sensación, que también se acompaña de una respuesta fisiológica, nos permite tomar conciencia de que algo nos está pasando y requiere nuestra atención.
  • Valorar todo tipo de emoción como una información valiosa sobre el mundo interior de nuestros hijos.
  • Aprender a controlar la expresión de todas las emociones, enseñando a través del ejemplo a regularlas de forma adecuada
  • Desarrollar la capacidad de los hijos de posponer la gratificación y valorar su capacidad de esfuerzo. Hoy en día, sabemos que cuanta mayor es la habilidad de un niño de posponer la gratificación que obtiene por la realización de una determinada conducta, mayor es su capacidad de esfuerzo, paciencia y control emocional.
  • Desarrollar la empatía hacia los hijos y ayudarles a que ellos la desarrollen según su edad
  • Favorecer su destreza social y el aprendizaje de las reglas de expresión emocional en los grupos, para que puedan tener unas relaciones interpersonales satisfactorias.
  • Crear un clima emocional que favorezca una comunicación profunda y sincera.

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¿Qué papel pueden tener los cuentos en la educación emocional? ¿Cómo podemos aprovechar ese momento los padres y madres para potenciar la educación emocional?

Los cuentos favorecen el autoconocimiento y la conciencia emocional. No sólo nos muestran lo que somos, sino lo que podemos llegar a ser; nos abren los ojos para mirar más allá de nuestra pequeña y limitada vida, y nos muestran las posibilidades de realización que se ofrecen a los seres humanos.

El cuento puede convertirse en el más precioso instrumento de liberación de la mente humana, una inagotable fuente de estimulación creativa, un tesoro de experiencias que enriquecen nuestra vida, pero, sobre todo, un espejo: el espejo que nos dice cómo somos en realidad: porque al leer un cuento casi siempre nos encontramos.

Pero los cuentos también enfrentan al lector con conflictos y le ayudan a ver las consecuencias de los actos. Toda acción tiene una consecuencia y a menudo en la vida una expresión de emociones descontrolada tiene consecuencias muy negativas y dañan a las personas que tenemos alrededor. La expresión adecuada de lo que sentimos mejora la convivencia y nos convierte en personas más respetuosas, por eso la regulación emocional es otra competencia que se aprende a través de los cuentos. Algunos relatos ayudan a desarrollar el optimismo, pues al final siempre acaban bien. En casi todos los relatos, los protagonistas tienen que pasar dificultades y solo cuando son capaces de superarlas encuentran lo que buscan o solucionan sus dificultades. Gracias a los cuentos, el lector también tiene la posibilidad de multiplicar o expandir su experiencia a través de las vivencias de los personajes y la oportunidad de explorar la conducta humana de un modo comprensible. Amplía la experiencia del mundo propio, le lleva a otros tiempos, otros lugares, otras formas de vivir y soñar, le asoma a realidades desconocidas que favorecen su empatía. No olvidemos que el desarrollo de la empatía es uno de los elementos más importantes para la prevención de la violencia y es una de las habilidades emocionales que ayudan a tener unas relaciones interpersonales más satisfactorias. Por último, los cuentos contribuyen al proceso de socialización, pues en ellos se aprenden valores de cooperación,  a conocer las normas morales y cómo son necesarias para convivir. Contienen mensajes educativos y valores morales importantes y ayudan a los niños a superar las dificultades con las que se encuentran a lo largo del crecimiento. De ahí que, a veces, el niño insista en la repetición del mismo cuento, porque necesita acabar de captar el mensaje que le transmite y la solución que ofrece a su propia problemática. Por lo tanto los cuentos transmiten valores sin ser lecciones, enseñan, sin dar consejos, orientan y guían al lector en este laberinto que es la vida.

 

¿Cómo empezaste a escribir cuentos? ¿Con qué objetivo?

Comencé a escribir pequeños relatos cuando era adolescente pero de una forma  más constante durante los años que estuve trabajando como terapeuta de niños y adolescentes con problemas de conducta y retraso cognitivo. Ellos eran mi inspiración y aparecían en mis cuentos como protagonistas con los cuales se podían identificar.En el trabajo terapéutico de forma tradicional, y sobre todo en Oriente, siempre se han utilizado cuentos. A mí me parecía un recurso muy interesante porque el cuento, además de captar su atención, les permitía vislumbrar un final positivo, aunque el protagonista estuviera viviendo situaciones difíciles. Me daba cuenta de cómo les ayudaba en su proceso personal y esa era mi única satisfacción, porque  nunca pensé que se podían publicar. Hasta que un buen día, una editora escuchó uno de mis cuentos en una conferencia y se interesó por ellos. Por lo tanto los primeros cuentos editados por la editorial SM bajo el título Cuentos para sentir, están dirigidos a niños con los que estuve trabajando, luego, al continuar la colección de Padres y Maestros con un segundo volumen, me resultó muy fácil volver a escribir porque los cuentos fluían con facilidad y conozco muy bien el alma infantil.

Cuentas que uno de los hermanos Grimm resistió una operación quirúrgica sin la ayuda de ningún calmante gracias a un relato. ¿Tienen tanto poder los cuentos?

Cuando un niño escucha un cuento se queda absorto, su atención se focaliza en lo que está escuchando y a nivel neurológico sabemos que un foco potente de atención puede disminuir el número de vías nerviosas que informan del dolor. La distracción es una de las estrategias cognitivas que se usan para el manejo del dolor en los niños en la actualidad, de modo que no es de extrañar lo que le sucedió a Jacob Grimm. El poder de los cuentos es inmenso y en la actualidad existen diferentes investigaciones que demuestran que el cerebro no diferencia entre algo imaginado y una experiencia real, por lo tanto cuando el niño escucha e imagina, en realidad está viviendo esas experiencias.

¿Nos podrías contar ejemplos de cómo los cuentos han ayudado en la educación emocional de los niños? ¿Qué comentarios recibes de tus cuentos y relatos?

Es muy emocionante recibir correos o mensajes en Facebook  de padres y madres dándome las gracias por mis cuentos. Muchas veces me describen situaciones muy difíciles de los hijos y cómo un cuento ha obrado la magia de su transformación, ayudándoles a comprender, por ejemplo, que un niño al que consideran amigo, le está faltando al respeto y en realidad no lo es o que deben sentirse orgullosos de cómo son sin prestar atención a la crítica de los demás. Otras veces son los propios niños que interiorizan un mensaje y le dan consejos a unos padres como el caso de una niña que al ver a sus padres discutiendo, se acercó a uno de ellos y poniéndole la mano en el hombro, le dijo: “Todos los problemas tienen solución, el caballito Quino tenía razón”, que es el final de un cuento que trata de tomar una actitud positiva ante los problemas y aprender a resolverlos.

Pienso que una  carta puede servir de ejemplo:

“Querida Begoña, y te digo querida porque formas parte de nuestras vidas, la de mi marido, mi hijo de 10 años y mi hija de 8. Te leemos cada día. Gracias a tus cuentos mis hijos han aprendido a identificar y poner nombre a las cosas que les pasan. Tenemos como libros de mesilla tus Cuentos para sentir, son un vehículo para comunicarnos y expresar nuestras cosas y un referente para decir: “vamos a hacer como el sol…hablar tranquilos y decir tranquilamente por qué nos sentimos enfadados” o “quiero ser como la lata y tener la esperanza de…o “como Crisol y confiar en mí misma y en que lo voy a conseguir”, y otros tantos ejemplos que te podría dar. Mil gracias. Tus admiradores.

¿Qué poso te gustaría que tus cuentos dejaran en los niños y en sus padres y madres?

En primer lugar te diré que no espero nada en concreto de mis cuentos ni deseo nada. Mi satisfacción al escribirlos y ver cómo las ventas aumentan cada año, ya son suficientes regalos pues supone que son valiosos para las personas que los leen. Pero sí me gustaría saber que después de su lectura, cada niño, además de divertirse,  se ha sentido un poco mejor o ha comprendido mejor a los demás o al mundo que le rodea. Yo quiero cambiar el mundo a través de los cuentos, quiero que cada persona cambie su corazón al leerlos, que sientan la belleza y la importancia de sentir, la maravilla que supone el establecer relaciones de afecto con los demás pero también que tengan estrategias para hacer frente a las situaciones difíciles y a los retos que, con toda seguridad, tendrán que afrontar a lo largo de su vida. Espero que los cuentos y las historias que en ellos aparecen puedan convertirse en herramientas de crecimiento personal, tanto para los niños como para sus padres y madres.

por 

Fuente: Gestionando Hijos

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