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“Tus hijos no son tus hijos,
son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma.

No vienen de ti, sino a través de ti,
y aunque estén contigo,
no te pertenecen.

Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos, pues,
ellos tienen sus propios pensamientos.

Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas, porque ellas
viven en la casa de mañana,
que no puedes visitar,
ni siquiera en sueños.

Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerlos
semejantes a ti
porque la vida no retrocede
ni se detiene en el ayer.

Tú eres el arco del cual tus hijos,
como flechas vivas son lanzados.

Deja que la inclinación,
en tu mano de arquero
sea para la felicidad
Pues aunque él ama
la flecha que vuela,
Ama de igual modo al arco estable”.

Kahlil Gibran

Creo que más de alguna vez se habrán encontrado por ahí con este bello poema de arriba cuyo autor es  Kahlil Gibran y que aparece en su libro “El Profeta”. Tanto para los que lo conocíamos como para los que no, nos invita a reflexionar y preguntarnos ¿Se puede llevar a cabo lo que este plantea? Pues nos habla de dejar ir, independencia, amor, libertad…,entre la relación de padres e hijos.

Para entender un poco más todo lo que encierra en sí este bello escrito y lo difícil que resulta muchas veces realizar lo que este trasmite,  les comparto un extracto del libro de Wayne Dyer “Tus zonas erróneas”. El cual tiene estrecha relación con este poema, y nos puede ayudar a comprender cuáles son los factores que dificultan muchas veces esta independencia psicológica, este “dejar ir”, que son la base para una relación sana y equilibrada entre los miembros de una familia.

Porque siempre es posible llevar a la acción lo que Kahlil nos expresa en su libro. La decisión está en nosotros.

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PROCLAMA TU INDEPENDENCIA

“En cualquier relación humana en la cual dos personas se conviertan en una, el resultado siempre será dos medias personas”.

El abandonar el nido psicológico es una de las tareas más difíciles de la vida. La víbora de la dependencia se entromete de muchísimas maneras; y deshacerse de ella por completo es muy difícil ya que la cantidad de personas que se benefician de la mutua dependencia psicológica es muy grande. El ser psicológicamente independiente quiere decir estar totalmente libre de todas las relaciones obligatorias, e implica la ausencia del comportamiento dirigido hacia los demás. Quiere decir que eres libre de la obligación de hacer algo que de otra manera no elegirías hacer, de no existir esa relación. El asunto del abandono del nido es particularmente difícil porque nuestra sociedad nos enseña que debemos cumplir con lo que se espera de nosotros en ciertas relaciones, que incluyen a los padres, hijos, figuras de autoridad y los seres queridos.

El abandono del nido significa convertirte en ti mismo, en tu propia persona, es decir en lo que en realidad eres, viviendo y escogiendo los comportamientos que tú elijas y deseas. No significa una ruptura en ningún sentido de la palabra. Si disfrutas de tu manera de interactuar con cualquier persona y ésta no interfiere con las metas que te has puesto en tu vida, pues entonces no vale la pena cambiarla sino más bien aferrarte a ella. El depender de alguien psicológicamente, por otro lado, quiere decir que esta relación no implica una elección, sino que es una relación por la cual te sientes obligado a ser algo que no quieres ser y que te ofende el sentirte forzado a comportarte de esa manera. Éste es el meollo de esta zona errónea y es similar a la de búsqueda de aprobación que tratamos en el capítulo. Si lo que quieres es ese tipo de relación, entonces no es malsana. Pero si la necesitas o te sientes obligado a tenerla y luego te molesta y resiente, entonces quiere decir que estás en una zona autofrustrante. De ese modo, la obligación es lo que constituye un problema, más que la relación en sí. La obligación engendra culpa y dependencia, mientras que la libre elección inspira amor e independencia. No hay elección en una relación psicológicamente dependiente, consecuentemente este tipo de alianza provocará siempre indignación y rencores.

 La independencia psicológica implica no necesitar a los demás. No digo no desear tener relaciones con los demás; lo que digo es no necesitarlos. En el momento que sientes esa necesidad te vuelves vulnerable, eres un esclavo. Si te deja la persona que necesitas, o cambia de parecer, o se muere, caerás inmovilizado, te desmoronarás e incluso puedes morirte. Pero la sociedad nos enseña a ser dependientes de una cantidad de gente empezando por los padres; y podría ser que tú sigas aún con la boca abierta esperando a que caigan los gusanos de muchas de tus relaciones más significativas. Mientras pienses que tienes que hacer algo porque es lo que se espera de ti en cualquier relación, y el hacerlo te provoca resentimientos contra esa persona y el no hacerlo te carga de culpa, puedes estar seguro que tienes que ocuparte de esta zona errónea.

Para eliminar la dependencia hay que empezar por la familia, por la forma en que tus padres te trataron cuando eras pequeño y en la que tratas tú a tus hijos ahora. ¿Cuántas formulaciones de dependencia llevas hoy día en tu cabeza? ¿Cuántas les impones a tus hijos?

LA TRAMPA DE LA DEPENDENCIA EN LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS Y EN LA FAMILIA:

Walt Disney hizo hace algunos años una película estupenda y la tituló La trampa del oso (Bear Trap). Narraba la vida de una madre oso y sus dos bebés durante los primeros meses de vida de los oseznos. Mamá osa les enseñó a sus cachorros a cazar, a pescar y a subirse a los árboles. Les enseñó a protegerse cuando se encontraban ante un peligro. Entonces, un buen día, siguiendo sus propios instintos, Mamá osa decidió que había llegado la hora de irse. Los obligó a encaramarse a un árbol, y sin siquiera echar una mirada para atrás, se fue. ¡Para siempre! Dentro de su mente de osa había pensado que ya había cumplido con sus responsabilidades maternales. No trató de manipularlos para que la visitaran alternativamente un domingo sí y otro no. No los acusó diciéndoles que eran desagradecidos, ni los amenazó con tener un colapso nervioso si la desilusionaban en lo que ella esperaba de ellos. Simplemente los dejó. En el reino animal, ser padres significa enseñarles a los hijos a valerse por sí mismos para que puedan ser independientes, y luego, dejarlos. En nuestro caso, en el caso de los seres humanos, el instinto sigue siendo el mismo, esto es, el ser independientes, pero nos domina la necesidad neurótica de poseer y de vivir nuestra vida a través de nuestros hijos y el propósito de educar a un niño para que sea independiente se confunde con la idea de educar a un niño para aferrarse a él.

¿Qué es lo que pretendes de tus hijos? ¿Te gustaría que tuvieran muy buena opinión de sí mismos, y también mucha confianza en sí mismos, que no fueran neuróticos, se realizaran y fueran felices? Por supuesto que sí. ¿Pero qué puedes hacer para ayudarles a que sean así ? Sólo siendo así tú mismo. Los niños aprenden sus comportamientos de los modelos que tienen ante sí. Si tú estás lleno de culpa y no te sientes realizado, y les dices que sean lo contrario, les estás vendiendo un producto fallado. Si el modelo que les presentas es bajo en autoestima, les estás enseñando a tus hijos a adoptar para sí mismos la misma actitud. Y lo que tiene aún más importancia y significación, si haces que ellos sean más importantes que tú mismo, no los ayudas, simplemente les estás enseñando a poner a los demás delante de ellos mismos y quedarse en el asiento de atrás insatisfechos y sin lograr realizarse. ¡Qué ironía! No puedes darles confianza en sí mismos a tus hijos; tienen que adquirirla viéndote a ti vivir de esa manera. Sólo al tratarte a ti mismo como la persona más importante y no sacrificándote a ti mismo por tus hijos, les enseñarás a tener confianza y también a tener fe en sí mismos. Si tú eres de los que se sacrifican, les presentas un modelo de comportamiento sacrificado. ¿Y qué quiere decir un comportamiento sacrificado? Poner a los demás por delante de ti mismo, no quererte a ti mismo o no gustarte, buscar continuamente aprobación y otros comportamientos erróneos por el estilo. El hacer cosas para los demás es algo admirable a veces, pero si se hace a expensas de uno mismo, simplemente enseñarás a los demás a comportarse de una manera que sólo puede engendrar resentimientos.Desde muy pequeños los niños quieren hacer cosas por sí solos. “¡Deja, mamá, que yo puedo hacerlo solito!” “Mírame, papá, no necesito ayuda.,” “Yo como solo.” Una tras otra llegan las señales. Y aunque hay mucha dependencia en los primeros años, existe también desde el primer día un impulso hacia la autonomía.

A los cuatro años, la pequeña Roxana siempre acude a su padre o madre cuando se hace daño o tiene necesidad de un apoyo emocional de cualquier clase que sea. Ella, cuando tiene ocho o diez años, se desahoga con ellos. Y aunque quiere que la consideren como a una niña grande (“Ya sé ponerme el abrigo, ¡déjame!”), quiere también el apoyo de unos padres cariñosos y responsables. (“Mira, mamá, me raspé la rodilla y me está sangrando.”) Está desarrollando el concepto de sí misma a través de la visión que de ella tienen sus padres y la gente importante de su vida. De pronto Roxana tiene catorce años. Llega a casa llorando porque ha peleado con su “novio” y corre a encerrarse en su dormitorio pegando un portazo. Mamá sube tras ella y con su modo afectuoso de siempre le pide que le cuente todo. Pero ahora Roxana le contesta en forma terminante: “No quiero hablar de esto; déjame en paz”. Mamá en vez de comprender que esta pequeña escena es una prueba de que ella ha sido una buena madre y que la pequeña Roxana, que siempre le ha contado todos sus problemas, ahora está enfrentándose con sus problemas por su cuenta (independencia emocional), se desconcierta. No está lista para abandonar el terreno, para dejar que Roxana se las arregle a su manera, independientemente. Sigue viendo a Roxana como al polluelo recién nacido que era hace aún tan poco tiempo.  Pero si mamá insiste y obliga a su hija, se expone a recibir una fuerte dosis de resentimiento de parte de Roxana.

El deseo de la niña de abandonar el nido es muy grande, pero cuando la posesión y el sacrificio han sido los lubricantes que hacían marchar la máquina familiar, el acto natural del hombre de irse por su cuenta se convierte en una crisis. El abandono del nido en una atmósfera psicológicamente sana no implica ni crisis ni disturbios o problemas: es la consecuencia natural de una vida eficiente y positiva. Pero cuando la culpa y el miedo a desilusionar a los padres marcan el hecho de abandonar el nido, estos sentimientos siguen influyendo en la gente durante toda la vida, hasta tal punto que a veces la relación matrimonial se convierte en una relación filial, más que en una relación en la que dos individuos comparten una vida en condiciones iguales.

¿Cuáles son pues tus metas como padre o en la elaboración de una buena relación con tus propios padres? La familia es ciertamente una unidad importante en el proceso del desarrollo, pero no debe ser una unidad permanente. No debería ser nunca un vehículo para la culpabilidad y la neurosis cuando uno de sus miembros hace un movimiento en dirección de la independencia emocional. Algunos padres han llegado a decir, puede que los hayas oído: “Tengo derecho de hacer que mi hijo sea lo que yo escoja para él”. Pero ¿cuál es la retribución que ofrece una actitud tan dominante? Odio, resentimiento, furia y culpa frustrante cuando el niño crece. Si observas las relaciones eficientes y positivas que existen entre algunos padres e hijos que no están ligadas por requerimientos y obligaciones, verás que se trata de padres que tratan a sus hijos como amigos. Si un niño desparrama la salsa sobre el mantel, no le larga la clásica “¿Por qué no te fijas en lo que haces? Eres tan torpe”. En cambio observarás que lo tratan como lo harían con un amigo en el caso que éste derramara algo. “¿Puedo ayudarte?” Nada de ofenderlo porque te pertenece, más bien respetarlo por su propia dignidad de niño. Descubrirás también que los padres eficientes estimulan más los instintos de independencia que de dependencia y no hacen escenas por la expresión de deseos tan normales como los de ser autónomos.

DIFERENCIAS ENTRE FAMILIAS DIRIGIDAS A LA INDEPENDENCIA Y LAS DIRIGIDAS A LA DEPENDENCIA

En las familias dirigidas a la independencia, los impulsos dirigidos hacia la autonomía y el ser uno mismo son considerados normales y no un desafío a la autoridad de uno de sus miembros. No se hace hincapié en la necesidad de los demás ni en el aferrarse a ellos. Igualmente, tampoco se exige la eterna lealtad del niño a su familia simplemente por pertenecer a ella. De esta actitud resultan las familias que les gusta reunirse en vez de sentir la obligación de hacerlo. Existe también un respeto por la intimidad de los demás más que una exigencia de compartirlo todo. En familias como ésta, la esposa tiene una vida propia aparte de la de esposa y madre. Es así un modelo positivo para sus hijos en vez de vivir su vida para ellos y a través de ellos. Los padres sienten que su propia vida es de una importancia capital porque sin ella no puede haber armonía familiar. Así los padres se ausentan ocasionalmente sin sentirse obligados a estar siempre para sus hijos. La madre no es una esclava porque no quiere que sus propios hijos (especialmente las niñas) se conviertan en esclavos. No siente que ella tiene que estar allí todo el tiempo para atender a todas las necesidades de sus niños. Ella piensa que puede apreciar a sus hijos y viceversa tanto o más cuando ella se está realizando y contribuyendo a la vida de su familia, de su comunidad y de su cultura en un pie de igualdad con el hombre en este mundo.

En este tipo de familia no existen manipulaciones sutiles por medio de la culpa o amenazas para mantener a los hijos dependientes y bajo la responsabilidad de los padres. Cuando los hijos crecen, los padres no quieren que los visiten por obligación. Además, los padres están demasiado ocupados en sus propias cosas para pasarse la vida esperando que sus hijos o nietos aparezcan para darles una razón de vivir. Los padres como éstos no creen que deben ahorrarles a sus hijos los sinsabores y dificultades que pasaron ellos, porque reconocen que el hecho mismo de trabajar para sobreponerse a las dificultades fue lo que les dio confianza en sí mismos y la estima correspondiente. Ellos no desean privar a sus hijos de experiencias tan importantes.

Estos padres se dan cuenta de que el deseo de sus hijos de luchar por sí mismos con la ayuda y no bajo el dominio de padres, es algo sano que no hay que negarles. El Demian de Hesse habla de la variedad de caminos hacia la independencia:

Tarde o temprano todos, cada uno de nosotros, tiene que dar el paso que lo separará de su padre, de sus mentores: tenemos que pasar todos por experiencias crueles, solitarias… Yo no había abandonado a mis padres y a su mundo, el mundo “luminoso” con una lucha violenta, sino que gradualmente, casi imperceptiblemente, me había alejado de ellos. Me apenaba que tuviera que ser así, y por eso muchas de las horas pasadas en casa de mis padres cuando iba a visitarles fueron desagradables.

Tú puedes hacer que todas tus visitas a la casa de tus padres sean experiencias afectuosas si te aferras con fuerza a tu propia lucha por independizarte de ellos. Y si tú presentas ante tus hijos un modelo de  autoorgullo y de autovaloración positiva, ellos a su vez abandonarán el nido sin causar tensiones ni problemas a nadie”.

51bu7v1QH7L._SX328_BO1,204,203,200_ (1) Para más información y compras del libro de Wayne Dyer, entra a este enlace: “Tus zonas erróneas”

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