Las Raíces y Herencias: Legado de Libertad

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Hace algunos días terminé de leer un libro de Ignacio L. M Trujillo llamado “Conquistar la Libertad: Cómo desarrollar la actitud de hacerle el amor a la vida”.

Un día que andaba por una feria de libros, sin dudar lo tome y lo compré. El título fue lo que me llamó la atención, pues es innegable que dentro de cada uno de nosotros existe ese deseo escondido de yo diría más bien “Reconquistar nuestra libertad”, porque en esencia somos libres, nuestra tarea está en recordarlo, y para esto cada uno tiene su proceso y camino a seguir.

La verdad es que es un libro que me ha gustado muchísimo. Tiene un lenguaje muy simple  y cercano, a medida que lees te sientes muy familiarizado con el lenguaje que utiliza el autor. Lo bueno es que en su interior tiene ciertas preguntas y respuestas que lo recomendado es hacerlas, para que de esta forma te vayas descubriendo a ti mismo y vayas dando con esas zonas que aún no te permiten sentirte plenamente libre. Como dije antes de una manera muy amena.

Es un libro que recomiendo leer más de una vez, de esta manera tomarás conciencia poco a poco de todo lo que implica el placer de ser y sentirnos realmente libres.

Ahora te comparto uno de sus capítulos titulado “Las Raíces y Herencias: Legado de Libertad”. Nos sirve para comprender que muchas veces esta falta de libertad se gesta ya en nuestra infancia, a partir de nuestros modelos: mama, papá…, nuestro círculo más íntimo. Sin embargo nos expresa también que aunque esto puede ser un factor determinante no es así el definitivo, ya que siempre tenemos la oportunidad de generar cambios en nuestra vida. Soltar lo que no nos sirve y conservar lo que creemos necesario.

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“La vida es nada si la libertad se pierde”

Nuestras raíces y herencias familiares son un legado, una transferencia de todo lo que vivieron nuestros ancestros y llevamos en nuestros genes hoy.

Esas raíces pueden ser un legado para la frustración, el resentimiento y la resignación, o pueden ser un legado para la libertad y el amor.

Que ese legado vaya en una u otra dirección no depende que lo que hayamos recibido de nuestros antepasados (padres, abuelos,bisabuelos,tíos,hermanos, etc.) sino de lo que hagamos con lo que hemos recibido.

De lo contrario, sólo podrían tener como legado la libertad aquellas personas cuyas raíces y herencias fueron de puro amor y motivación. Sin embargo, existen muchos seres humanos que han recibido mucho amor, pero siempre “le encuentran el pelo al huevo”, y nunca es el momento de ser feliz porque sí, siempre hay un problema.

Por el contrario, están aquellos que vienen de un pasado difícil, sin haber recibido el amor o el cuidado que hubieran necesitado, y sin embargo eso los motivo para crear lo que no recibieron. Son esas personas que sonríen como una elección consciente y de actitud ante la vida.

Las raíces son tus relaciones primordiales: mamá, papá, o quienes hayan cumplido esos roles, y tu círculo familiar íntimo, con quienes conviviste tu infancia y adolescencia. Como un árbol cuyas raíces son su sostén y su pasado, pero que están presentes en cada momento para seguir creciendo: en los seres humanos funciona exactamente igual. Tus ancestros son quienes hicieron posible que hoy estés aquí.

Las herencias son todos aquellos aprendizajes que recibiste de ellos y que hoy ya ni te das cuenta que los llevas en tu sangre, tus pensamientos y emociones. Poder darnos cuenta de esto, conservar lo que sentimos que necesitamos y soltar lo que no nos hace bien, es reconquistar la libertad, es hacer del legado un legado de libertad.

Todos heredamos los genes de nuestros familiares, y ello implica que no solo podemos tener parecidos físicos sino también actitudinales. De esta manera heredamos los ojos y la alegría de papá, la sonrisa de un abuelo, la manera de caminar de mamá, el carácter de una abuela, etcétera.

No somos libres para aprender: de pequeños es a través de la imitación, no hay otra forma de conquistar nuestra identidad que a través de la emulación de nuestros familiares. Pero de adultos somos libres para tomar dos caminos:

  1. Nunca replantearnos nada, y creer que tenemos una manera de ser porque sí y no hay mucho más que hacer.
  2. Echar una mirada profunda a nuestras raíces para comprender cómo es que tenemos esta personalidad y no otra, y a partir de ahí ponernos a trabajar con nosotros mismos para transformarnos en quien queremos ser, conservando de lo aprendido lo que nos haga bien y cambiando lo que ya no nos sirva.

La gran mayoría de las personas optan por la primera opción, ya que es más cómoda, no implica ningún trabajo, pero es una comodidad engañosa, ya que genera altas dosis de frustración y sinsentido, emociones que hoy abundan en el planeta.

Maravillosamente, están despertando cada vez más personas y dándose cuenta que la única opción de verdad libertadora y gratificante es la segunda. Y que bien vale hacer el recorrido hacia adentro para conquistar la libertad, alegría y disfrute hacia afuera.

                  

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