La coach Mónica Esgueva da claves para potenciar nuestra mente y desarrollar nuestras capacidades en su nuevo libro ‘Los 3 pilares de la felicidad’.
A diferencia de otras sociedades, el mundo occidental lleva poco tiempo dedicando horas al estudio de la mente. A día de hoy, saber cómo podemos lograr todo el potencial de nuestro cerebro y lograr su máximo desarrollo es un reto que está estrechamente ligado al desarrollo de la neurociencia y sus descubrimientos. Mónica Esgueva ha querido ir más allá con su libro Los 3 pilares de la felicidad y aborda el estudio de la mente desde un planteamiento integrador que bebe de tres aspectos distintos: el inconsciente, las tradiciones religiosas orientales y los recientes descubrimientos de la neurociencia. Esgueva cree necesario un cambio que debe pasar por el propio individuo y en el que prácticas como la contemplación o a la meditación tengan un papel predominante. La escritora considera que el desarrollo de la espiritualidad moderna no tiene porque tener a la religión como intermediaria y aboga porque el ser humano se cuestione regularmente sus actos y decisiones, además de buscar todo aquello que necesita para ser feliz en su interior, y no fuera.
-Asegura en la introducción de su libro que las personas que desean desarrollarse y buscar una mejor versión de sí mismas son una minoría. ¿Por qué nos cuesta tanto salir de nuestra zona de confort?
-Nos hacemos cómodos. Nos cuesta muchísimo cambiar los patrones de pensamiento y de comportamiento. Una vez que los tenemos integrados, van solos. Diría que vamos en automático, y todo aquello que no sea automático requiere de un esfuerzo. Somos vagos y no nos gustan los esfuerzos.
¿Siempre hemos sido vagos o hay algún punto de inflexión en la historia del desarrollo humano?
–Creo que la tentación de ser como siempre hemos sido y pedir resultados diferentes es demasiado fácil. Esto es imposible, es una locura. La mejor definición de locura nos la dio Einstein: “La locura es seguir haciendo las cosas de igual modo y esperar resultados diferentes”. Sin embargo, esto es lo que hacemos.
-Nadie nos ha enseñado a vivir…
-Nos han enseñado poco a pensar y nada a vivir. No tenemos las herramientas y no nos damos cuenta de que esas herramientas están en la mente. Nos gusta que todos nuestros deseos se cumplan cuando y como nosotros queramos. Esto no ocurre nunca.
-¿Llegaremos a entender la mente algún día?
-Esa sería la gran esperanza, pero pienso que tienen que cambiar muchas cosas. Por una parte, la neurociencia está descubriendo muchísimas cosas sobre el cerebro, que para mí no es la mente, sino su aspecto físico, y, por otra parte, las grandes filosofías orientales tienen mucho que enseñarnos porque llevan siglos estudiando la mente. Nosotros sólo llevamos estudiándola hace apenas un siglo. Es muy poco tiempo. Aunando las dos perspectivas podríamos llegar a conocer la mente de una manera mucho más amplia y completa.
-¿La neurociencia ha despreciado la espiritualidad y la filosofía?
–Sí. Sobre todo porque no piensan que sea algo científico. Todo lo que ellos sienten que no pueden replicar en el laboratorio y observarlo desde fuera, no existe. Lo que se está descubriendo, por ejemplo, en física cuántica, es que el observador influye en lo observado. Eso cambia muchas cosas porque las réplicas no son absolutamente objetivas y constantes. Si tuvieran la unidad de adentrarse también desde dentro de la mente como se ha hecho en muchas filosofías orientales con la contemplación, por ejemplo, descubrirían que también hay una ciencia de la mente.
-¿Cuál?
-Hay un mapa que se tiene que seguir para poder lograr resultados. ¡Y son replicables! Eso sí, desde la experiencia. Esto es lo que tiene que aprender la comunidad científica; hay una parte de la mente que sólo se puede estudiar desde dentro, desde la experiencia.
-¿Cuál cree que ha sido el gran avance de la neurociencia en los últimos años?
-Muchas cosas. Darnos cuenta de que tenemos un lado izquierdo y un lado derecho del cerebro, y que son complementarios. Nuestro equilibrio está en tener los dos desarrollados porque vivimos en una sociedad que sólo da preponderancia al lado izquierdo, el lado más racional, el numérico, el del lenguaje…
-¿Y qué alberga nuestro lado derecho?
-Es muy potente. Capta el lenguaje no verbal, lo abstracto, es muy creativo: nos conecta con la música, con el arte, con lo trascendental. Nosotros somos un todo y hemos vivido muchos años sólo con una mitad del cerebro.
-¿Cuándo se dio cuenta de que el inconsciente podía ser un pilar básico para lograr nuestra felicidad?
-Cuando hice el master en Programación Neurolingüística (PNL). Ahí aprendí que el inconsciente es el 90% de nuestra mente. Al descubrir eso me di cuenta de que hemos ido acumulando experiencias, pensamientos, protecciones, etc. Es decir, que tiene una existencia a pesar de que a nosotros nos parece que todo eso se ha olvidado y que no ha tenido ninguna importancia. El psiquiatra Carl Jung es uno de los grandes en el descubrimiento de las partes de las sombras del inconsciente: aquello que reprimimos, que ocultamos, que no nos gusta de nosotros mismos. Eso pasa al inconsciente de una manera bastante dañina porque creemos que eso no saldrá y acaba saliendo en forma de enfermedades.
-El inconsciente nos pone muchas ataduras…
-Muchísimas. De algún modo nos llega a esclavizar y puede sabotear nuestra propia vida. Conscientemente, queremos ir hacia una dirección, y si el inconsciente cree que por ahí no tenemos que ir, nos pondrá todos los impedimentos posibles para que no lo logremos.
-¿Cómo podemos evitar convertirnos en esclavos de nuestra propia mente?
–Lo primero es hacer un trabajo de autoconocimiento; no quedarnos sólo con los efectos de nuestro comportamiento inconsciente que ha quedado registrada en nosotros sino ir a la raíz de las cosas y cuestionarnos por qué hacemos las cosas como las hacemos. También tenemos que ser capaces de abrir nuestra mente y perspectivas para darnos cuenta de que quizás tenemos que aprender otras cosas y poner en tela de juicio aquello que dábamos por sentado. Desde otro lugar, se nos abren nuevas posibilidades; desde el lugar en el que siempre hacemos las cosas, tendremos siempre los mismos resultados. Si queremos tener resultados diferentes deberemos cambiar algo.
-Cuestionarnos más. ¿Hay que hacerlo cada día?
-Diría que regularmente. Soy bastante contraria a la rigidez, me gusta la flexibilidad en la vida, pero sí que hay que hacerlo constantemente. Por eso la meditación y la contemplación son tan importantes, porque vivimos unas vidas en las que no tenemos tiempo para eso. El día a día absorbe y es una máquina que nos va rompiendo poco a poco y nos separa de nosotros mismos. Nos hacemos máquinas automáticas y llega un momento en el que nos hemos salido del camino desde hace tiempo y entonces nos preguntamos, “¿qué hago yo aquí?”
-En nuestra cultura hay quién relaciona la contemplación o la meditación con una pérdida de tiempo…
-El no hacer nada está muy mal visto (Sonríe).
-¿Eso es porque nos da miedo acercarnos a estas prácticas, o es lo que nos ha impuesto nuestra sociedad a lo largo de los años?
–Tenemos la manía de que la acción por la acción es positiva. Somos como los hámsteres con la rueda, caminamos o corremos rápido pero no vamos a ningún sitio. Si no nos paramos, no tenemos ningún camino y no vamos a ningún lugar. Hay que pararse y saber si donde estamos es donde queremos estar y ver hacia dónde queremos ir.
-¿Por qué huimos del silencio?
–El silencio, la quietud, es esencial para todos; el problema es que nosotros no lo contemplamos así. Sin silencio, sin un espacio propio para uno mismo, para estar con uno mismo, no podemos buscar ese camino. Al final, todo eso que solemos buscar fuera con una fruición tremenda está dentro. Buscamos llenar espacios y vacíos que tenemos dentro con cosas de fuera. ¡Esto no se puede cumplir nunca!
-Cada vez tenemos más cosas materiales con las que distraernos. Se hace difícil buscar dentro cuando fuera nos están ametrallando con estímulos…
-Por eso hace falta un esfuerzo propio, una toma de conciencia de que hay poner limites a la distracción. No es cuestión de estar aislados y de encerrarnos dentro de una cueva para siempre, creo que simplemente es buscar espacios para uno mismo. Esto proviene de un conocimiento interno, de una autoconciencia muy grande.
-Para ello es necesario fuerza de voluntad y, sobre todo, mucha disciplina. ¿Hemos demonizado esa palabra en los últimos tiempos?
-La palabra disciplina nos suena mal, y cuando hablamos de ella huimos en dirección contraria. Seguramente, es debido a un hecho cultural. Se ha vivido tan mal en épocas anteriores que ahora huimos de ella. Quizás deberíamos cambiar de palabra y hablar de constancia o de perseverancia. La disciplina también está mal vista porque parece que nos la imponen desde fuera. Para conseguir lo que quiero, necesito practicar y dedicarle tiempo; proviene del “yo quiero”, no del “yo debo”.
-¿Tenemos que aprender a vivir sin expectativas?
-Sí. El problema con las expectativas es que la vida nunca es exactamente como nosotros queremos que sea. El movimiento que yo invitaría hacer es el de ser capaz de aceptar de corazón que la vida no es como nosotros queremos que sea, y que está bien. Para eso, hace falta un cambio trascendente que desde la superficialidad de la sociedad occidental es imposible. Si piensas que la vida es terriblemente injusta, jamás aceptarás que lo que te está dando la vida es lo mejor que te puede traer.
-¿Pecamos de victimismo?
-Tremendamente. ¡Es mucho más fácil! Si la culpa la tienen otros yo ya no tengo nada que hacer. Me puedo quejar, puedo criticar, puedo lanzar balones fuera… Cuando dejas de ser víctima y tomas las riendas de tu vida, significa que te tienes que esforzar, que tienes que ocuparte, no preocuparte, que debes tener constancia y que no puedes abandonar en el camino. El cambio consiste en pasar del victimismo a la responsabilidad.
-Uno de los parámetros de la espiritualidad moderna habla de la lucha como algo inútil. Eso tampoco nos lo han enseñado en ningún sitio…
-Hay que tener mucho cuidado con la lucha porque la lucha desgasta tu energía vital. Si la perdemos luchando contra molinos de viento no la estamos dirigiendo en algo productivo. La lucha inútil es cuando estamos luchando contra aquello que ocurre, sólo perdemos el 100% de las veces. Seguimos luchando contra las cosas que están ocurriendo y que no nos gustan. Pero te gusten o no, ¡están ocurriendo! Acepta lo que ocurre y desde ahí empieza a cambiar.
-¿Las emociones siempre serán más fuertes que la razón?
–Las emociones son la voz del inconsciente, nos están dando un mensaje. Las emociones tienen que ser escuchadas, y escuchar esas emociones no significa que vayamos a actuar en función de todas las emociones que sentimos. Si no lo hacemos, se esconden, se reprimen y van al inconsciente. De ahí salen en forma de neurosis, de enfermedades, de miedos, de estrés, de depresión…
-¿El desarrollo de la espiritualidad moderna pasa por realizarla al margen de las religiones?
-En mi opinión, sí. Es una época de cambio muy grande en muchos aspectos de la sociedad y la religión no es una excepción. Hay muchas personas que ya sienten que no necesitan dogmas establecidos para conectarse con lo trascendental. Eso es algo propio del ser humano y no necesitamos del intermediario de una religión.
-Qué ve usted más complicado, ¿salir de esta crisis económica que nos acecha o que la sociedad occidental se impregne de esta espiritualidad a la que damos la espalda?
–El cambio de la sociedad tiene que venir por el cambio de los individuos. Si empezamos a cambiar el edificio desde el tejado se nos da a derruir. El cambio depende de que los individuos a nivel personal busquen ese viraje porque se den cuenta de que lo que hay ya no les llena. Si cada uno de nosotros empieza a cambiar, la sociedad por reflejo lo hará. Cuando nos quejamos de los políticos nos tendríamos que mirar a nosotros y ver qué clase de comportamiento tenemos en nuestra vida personal. ¿Seguimos criticando? ¿Odiando? ¿Ponemos una zancadilla si podemos o damos una mano al que lo necesita? ¿La paz que pedimos fuera, la estamos buscando dentro o estamos en continuo conflicto con la gente de nuestro alrededor? No podemos pedir fuera lo que no tenemos dentro.
Fuente: LA VANGUARDIA
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