Siempre me ha gustado esa frase que dice que “la caridad bien entendida empieza por uno mismo” porque es un principio mucho más espiritual y humano que otros que, al contrario que este, quieren hacernos entender que el sacrificio, el sufrimiento y/o la privación, nos hacen mejores personas. No es cierto.
Y no sólo no es cierto, sino que, esos preceptos que nos hacían creer que se llegaba al cielo y a dios a través del sufrimiento y la entrega, que se era mejor persona si se sufría por los demás, si se daba a los demás, han creado generaciones de personas infelices y “sufridoras”, que además, han ido traspasando ese principio a las siguientes generaciones como un dogma, simplemente porque creían en ello ciegamente.
Esto lo entendemos fácilmente cuando es algo material, ¿cómo puede uno dar si no tiene?, ¿cómo uno puede hacer algo por otros, si necesita que hagan lo mismo por él o más? Pero ¿y en lo emocional?, ¿en lo espiritual?, porque es exactamente el mismo principio.
Pretender contagiar sentimientos bonitos, reconfortantes, felices, es prácticamente imposible si uno no los tiene realmente.
La relación de los padres con los hijos ha estado muy marcada por este hecho durante muchos años, es más, cuando una madre o un padre dejaban de “vivir” para dedicar su vida en cuerpo y alma a sus hijos se les reconocía como un “ejemplo a seguir” y si los hijos no veneraban a esos padres y les resarcían es que no eran “buenos hijos”, creándoles así una dura carga que iban a arrastrar el resto de su vida.
Pero, ¿no se supone que los padres queremos que nuestros hijos sean felices?. Sí, sí, lo sé, queremos que sean buenas personas, generosos, amables, educados… pero, ¿primero no deben ser felices?.
Si lo que queremos es que nuestros hijos sean felices, hay que enseñarles y dejarles ser felices y la mejor forma de enseñar es con el ejemplo. ¿Cómo puede un hijo aprender a serlo, si vive en un entorno de sufrimiento, de sacrificio, de obligaciones morales y emocionales?.
Se feliz tú y comparte esa felicidad con él y con todos aquellos con los que convivamos, entendiendo que ni él ni nadie es responsable de nuestras vidas y mucho menos de nuestras propias decisiones y acciones.
La mejor arma para provocar una sonrisa a alguien es otra sonrisa, la mejor forma de engendrar un sentimiento de felicidad en otro ser humano es con la misma energía, la felicidad. No esperes que tu hijo sea cómplice de tus sufrimientos, además, los niños suelen tener la energía más limpia y pura que existe, invierte la ecuación, contágiate de ella y piensa en ti para enseñarle a él a pensar en sí mismo y luego a compartir ese sentimiento con los demás.
Los hijos nos ven como un espejo, hagamos que ese espejo le devuelva una sonrisa, enorme, luminosa, sincera, tú serás más feliz y él también.
Como apunte final, indicar que nuestra energía tiene una particularidad; transforma y moldea todo lo que nos rodea. Si sientes que en tu vida no hay aquello que deseas, si estas rodeado o rodeada de personas o vives situaciones que no te hacen sentir bien, mira dentro de ti. ¿Qué sientes?, ¿qué piensas?, ¿qué transmites?.
Nuestros hijos, nuestros amigos, nuestra vida, son un reflejo de lo que sentimos, pensamos y hacemos.
Fuente: Univergia
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mybabymanual
Qué razón tienes… La mejor forma de provocar una sonrisa es sonriendo =)