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Lorna Smith, psicoterapeuta e investigadora:

Corazones rotos

Con más de cincuenta publicaciones científicas, ha desarrollado una de las teorías más rompedoras en el campo de la salud mental conectando la biología natural y la epigenética con la depresión, la ansiedad y la rabia. Asegura que el trastorno mental “se trata de corazones rotos, no de cerebros rotos”. Fundó la Clínica de Terapia Reconstructiva Interpersonal en la Universidad de Utah y ha tratado pacientes muy extremos. A la pregunta de qué ha comprendido de esencial, responde que para ser feliz hay que valorar el precioso regalo que es la vida. “Nos falta sabiduría. No me impresiona el poder, sí la amabilidad y la bondad”. Ha dado una conferencia en el Centro Internacional de Psicoterapia Hestía de Barcelona.

Cumplo 83 años. Vivo en Utah, de cuya universidad soy profesora. Divorciada, dos hijos y tres nietos. Veo el mal que produce la mala infancia. Los gobiernos deben crear condiciones para que los niños crezcan sobre una base segura. La ciencia es una manera de admirar y de estudiar el trabajo de Dios.

¿Más que de cerebros rotos, se trata de corazones rotos?

Eso es lo que creo, que los síntomas del trastorno mental (ansiedad, rabia y depresión) son consecuencias de una mala adaptación. La naturaleza nos dio esos sentimientos para ayudarnos a sobrevivir.

La ansiedad, la rabia y la depresión ¿tienen su función?

Sí, un objetivo y un propósito biológico. Todos tenemos dos cerebros, el subcortical, el primitivo, y el gran cerebro, el cortical.

¿Tienen funciones distintas?

Y siguen reglas distintas. El cerebro primitivo está conectado al sistema simpático, que nos hace reaccionar a la amenaza, y al parasimpático, que se ocupa de la seguridad. Ambos involuntarios.

¿La seguridad?

Si eres un mono de la selva, la seguridad radica en evitar el pantano donde viven los cocodrilos. Lo aprendemos copiando a nuestros padres.

Entonces, la rabia, la depresión y la ansiedad son, en principio, aliados.

Exacto. Ante una amenaza, la ansiedad nos pone en situación de luchar o huir, y la rabia es su expresión. La depresión es la respuesta a no encontrar ninguna salida y provoca que te alejes, te escondas…, es un último recurso de defensa.

Tres síntomas psiquiátricos comunes.

Sí, que la naturaleza nos dio para ayudarnos. De niños copiamos los mensajes que recibimos de nuestros padres sobre la seguridad y la amenaza. Si se le repite enfadado a un niño: “Nunca haces nada bien”, el niño se dirá a sí mismo: “Nunca hago nada bien”, y esperará que los que le quieren se enfaden con él.

Entiendo.

Hay tres patrones de copia: uno es la identificación con los padres (si mi padre me pegó, yo pego a mi hijo); relacionarte con los otros como lo hiciste con tus padres (si tu padre siempre tenía el control, serás un adulto sumiso), y repetirte los mensajes aprendidos (si te decía que no valías, tú mismo te dirás que no vales).

¿Y esto perdura toda la vida?

Sí, porque se trata de la seguridad y la amenaza, y la naturaleza no quiere que olvidemos al león. Eso es ser adaptativo: haces lo que hacen. Hoy sabemos que el entorno próximo y temprano de la persona cambia su genoma.

También nuestro cerebro cambia con las experiencias.

El cerebro primitivo no, y por eso las personas desarrollan malas conductas adaptativas.

Pero los padres erramos muy a menudo.

Sí, claro, por eso hay tanto trastorno.

…Un ejército de corazones rotos.

Sí, una epidemia. Los padres copian lo que les han hecho a ellos, es una cadena interminable. Hay que intervenir y conseguir dar a los niños una base segura.

¿En qué consiste?

En tratarlos de manera que sean interdependientes moderadamente e independientes moderadamente. Copiamos de nuestros padres la sensación de seguridad o de peligro, y eso nos lleva a sentimientos que afloran automáticamente. Y hay aprendizajes terribles, los veo y los he visto durante años en mi consulta.

Dígame uno muy común.

“Nunca estés en desacuerdo con nadie porque no te querrán”: ese aprendizaje lleva directo a la depresión. Un padre con una base segura, con otra percepción de la seguridad, no diría algo así.

Repetimos y repetimos…

Los patrones de la infancia son los patrones de la adultez. Hay personas de alta funcionalidad social –abogados, médicos, profesionales de éxito– que tienen el cerebro cortical en óptimas condiciones pero que están emocionalmente destrozadas a causa del cerebro primitivo.

Entiendo.

A muchos niños, pese a los problemas en casa, en el colegio les va bien porque las cosas son predecibles; y les continúa yendo bien en el trabajo. Pero si de pequeños el sistema de apego estaba destruido, serán personas apegadas al caos que vivieron.

El cerebro reptil actúa, no piensa.

Exacto. La naturaleza nos ha programado teniendo en cuenta la amenaza para que obedezcamos lo que nos transmiten nuestros cuidadores. Y tendemos a obedecer cuando estamos asustados, por eso los políticos siempre nos asustan para que hagamos lo que ellos quieren.

¿Cómo revertir ese aprendizaje?

Yo intento reorganizar los sistemas de amenaza y seguridad, reconstruir esas bases dándole mensajes y experiencias al cerebro primitivo. Porque, además, cuando una persona reproduce un comportamiento aprendido en casa, tiene la sensación de que eso está bien.

Los demás monos no tienen tantos problemas.

Cierto, a no ser que los eduquen humanos.

¿Por qué somos tan complicados?

No lo somos, somos robóticos, somos estúpidos. Y no proporcionamos condiciones naturales para el desarrollo. En EE.UU. estamos sufriendo una epidemia de abuso de sustancias, sobre todo en jóvenes de familias ricas a los que los padres les dieron el mensaje de “sé feliz”.

Ese mensaje está bastante de moda.

Entonces tendremos adultos adictos y narcisistas. Crecer con una base segura, con interdependencia e independencia, te permite aprender a dar y recibir, vivir en paz.

Ima Sanchís | Inmaculada Sanchís Jost
0 Comments
  • Pamela Cuevas
    Posted Noviembre 16, 2016

    Me encantó la nota!

    Enviado desde Outlook

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    • Hadadeplata
      Posted Diciembre 18, 2016

      No estoy de acuerdo en que con nuestros hijos vayamos a repetir los patrones “negativos” de nuestros padres, por ejemplo, los malos tratos…
      Somos seres racionales, y de hecho, quien ha vivido este tipo de experiencias en su infancia en primera persona, sabemos lo negativo que puede llegar a ser para tu desarrollo como persona; y a su vez, lo fácil que es cambiar esos patrones de comportamiento y hacer las cosa bien con nuestros hijos. Precisamente para que no sufran como lo hicimos nosotros…
      De hecho y en mi caso, yo soy muy distinta a mis padres en cuanto a la forma de educar y dar cariño¡
      Por tanto no estoy en absoluto de acuerdo en que no podamos reprogramarnos y cambiar¡ NO somos robots. Un saludo.

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